En las últimas entradas presenté el antisemitismo en forma de antijudaísmo,
antisemitismo racial, antisemitismo secundario y antisemitismo islámico. Ahora
quiero presentar la forma de antisemitismo más extendida entre la izquierda: el
antisionismo. El conflicto judío-árabe y su codificación como conflicto
colonial es una de las fuentes del antisemitismo
antisionista, también a veces denominado antisionismo antisemita, según se quiera subrayar que se trata de
antisemitismo que aparece en forma de antisionismo, en el primer caso, o si se
trata de antisionismo que utiliza argumentos antisemitas, en el segundo. En
esta forma de antisemitismo se fusionan la interpretación del conflicto
alrededor de Israel del antisemitismo islámico con el apoyo oficial de la lucha
anticolonial y antiimperialista de la Unión Soviética. Mediante movimientos de
solidaridad con estas luchas y organizaciones afines a las ideas de la Unión
Soviética, el antisionismo se extendío a gran parte de la izquierda europea.
Si bien es cierto que tal como existen múltiples formas de sionismo,
también existen muchas formas de antisionismo, no todas son antisemitas. No
obstante, aquí me refiero a qué tipo de antisionismo utiliza argumentos
antisemitas. Son estos, sobre todo, las retóricas que hacen referencia al
poder, al dinero, conspiraciones, redes globales de los judíos, aunque el
término judío suela estar sustituido por el de Israel o sionista. Otros
ejemplos de la retórica antisemita dentro de algunas corrientes del antisionismo,
consisten en agrandar las injusticias cometidas por
Israel o igualar la situación de la población palestina actual con la de los
judíos durante en nacionalsocialismo. De forma similar al antisemitismo
nacional, también estas formas de antisemitismo antisionista perciben la
incapacidad de los judíos para crear su propia nación y se les niega lo que a
todas las demás naciones se les concede. Por ello, en la ya mencionada
definición de trabajo utilizada por la Unión Europea, se define como antisemitismo
respecto al Estado de Israel.
·
“Negar al pueblo judío el derecho
de autodeterminación, por ejemplo, afirmando que la existencia del Estado de
Israel es un proyecto racista.
·
Aplicar una doble moral,
exigiendo al Estado de Israel un comportamiento que no se espera ni demanda a
ningún otro Estado democrático.
·
Usar símbolos e imágenes
asociadas con el antisemitismo clásico (por ejemplo, la acusación de que los
judíos asesinaron a Jesús o el libelo de la sangre) para caracterizar a Israel
o a los israelíes.
·
Realizar comparaciones entre la
política israelí actual y la de los nazis.
·
Responsabilizar colectivamente a
los judíos por las acciones del Estado de Israel.”
Para no evocar
la idea de que toda crítica a la política de Israel sería antisemitismo, se han
elaborado algunas ayudas orientativas. Así por ejemplo el test 3-D de
Sharansky, según el cual la deslegitimación,
demonización y el doble rasero serían criterios para
diferenciar una crítica permisible (independientemente de si esta crítica es
acertada o no) de una forma de antisemitismo antisionista. Salzborn ofrece
además la diferenciación entre crítica y resentimiento. En la crítica domina la
facticidad racional. El crítico es capaz de revisar su propia posición con la
ayuda de nuevos hechos. El resentimiento antisemita está vinculado a los
afectos y se caracteriza por la incapacidad de cambiar la posición propia. Haga
lo que haga Israel, para el antisemita, la posición en contra de este Estado
está determinada de antemano y se inmuniza, de esta manera, contra hechos
diferenciadores.
En la
izquierda, definirse como antisionista provoca ciertas connotaciones sobre la
interpretación del conflicto judío-árabe. Los antisionistas interpretan el
conflicto en términos de imperialismo y colonialismo. La culpa recae,
prácticamente en su totalidad, sobre Israel, que es percibida como Estado
beligerante.
Como clave
comunicativa, el antisionismo hace superfluo nombrar explícitamente los propios
resentimientos antisemitas. El antisionismo permite ocultar el propio
antisemitismo distanciándose abiertamente del antisemitismo y del odio a los
judíos. Contrariamente al fundamentalismo islámico o a las ideologías racistas
de la extrema derecha, la izquierda no permite la exclusión directa de los
judíos como religión o pueblo. Al sustituir “judío” por “sionista” y al
identificarlo con el imperialismo, se puede mantener una explicación antisemita
del mundo sólo cambiando el color del traje, es decir, sólo cambiando una
palabra por otra.
Un ejemplo en
el ámbito académico es el que cuenta Gonzalo Alvarez Chillida acerca de un acto
que tuvo lugar en la Facultad de Sociología y Ciencias Políticas de la
Universidad Complutense de Madrid en 2009:
“Al
entrar el presidente de las comunidades de religión judía del país en los
pasillos de la Facultad para intervenir en un acto académico, un grupo importante
de alumnos y alumnas le recibió con gritos como “¡judíos fuera!” o “¡estamos
hartos de los judíos!” mientras, repartían una hoja donde se le calificaba de
usurero. […] Aunque parezca extraño, se trataba de un grupo que se considera a
sí mismo antifascista.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario